domingo, febrero 11, 2007

Victorina Seco Hidalgo



A MARIA JOSÉ TORO SAINZ

Tienes ojos de niña buena, dulces como el “guarapo”, ese zumo que sale de la caña de azúcar y del que todos por prisa que tengamos paramos a saborear.

Así queda el calor de momento refrescado, solo perdura el frescor en los labios y la dulzura de esa caña de azúcar que es gloría de aquella tierra, mi Cuba.

Tienes la boca pequeña y en ella el parecido de esos capullos de rosas tempranas que al florecer en primavera por los parques, balcones y jardines de todo tipo, con ellas se engalanan, y el aire que respiramos con fruición nos lo perfuman.

Y tus dientes, ponen pedacitos de nácar adornando cuando sonríes a tus labios. No puedo ver tu corazón, pero sé María José que es, mas grande que tu pecho. Por eso estas llena de bondad y amor a tu prójimo. Con mucho cariño, Vicky.



A DOÑA ADELA, MI ABUELA CUBANA

En tu tumba, mi abuelita Doña Adela, sobre la dulce tierra de aquel campo feliz, siempre florido y siempre frondosamente verde como una mina de esmeraldas a flor de tierra, recuerdo sembradito a tus pié un jazminero, tan bonito, de nacarados pétalos dobles, como pequeñas rositas; rositas que en vez de flores parecían en su rama jironcitos de nubes perfumadas, con el suave perfume que solo expelen las cosas que prodiga el cielo para decir:

“Aquí hay un alma buena, alma de esposa y madre, sin mácula ninguna”



Victorína Seco Hidalgo